Capítulo 1

Hacia una reconfiguración de prácticas educativas

María Valentina Moyetta[1]; Alicia Edith Catuogno[2]

“Él o ella no tiene el mismo cuerpo, la misma esperanza de vida, no se comunica
más de la misma manera, no percibe ya el mismo mundo, no vive en la misma
naturaleza, ya no habita el mismo espacio.
(...) él o ella conoce de otra manera”.

Serres (2014, p. 8).



   Los constantes cambios de este comienzo de siglo nos encuentran a los docentes envueltos en un proceso de transformación que está afectando distintos órdenes de la vida. Estas transformaciones requieren de nuestra adaptación, no sólo por una cuestión de supervivencia en el medio, sino porque nuestra tarea implica al otro: el par, el estudiante, el futuro colega, nuestros hijos, las generaciones del futuro. La transformación que se está dando “está afectando a la manera en que nos organizamos, cómo trabajamos, cómo nos relacionamos y cómo aprendemos”. (Marcelo García, 2001, p. 532).
Nuestro trabajo se ve alterado en muchos sentidos: surgen innovaciones que podrían dar otra dirección a la tarea áulica, existen cambios en los roles como los hemos conocido tradicionales, ha cambiado el lugar que ocupa el conocimiento en nuestra sociedad y, sumado a esto, han cambiado también las expectativas y lo que se pretende del futuro profesional, entre otros. Resulta imperioso comenzar a conjugar esta corriente de cambio con nuestro quehacer, intentar resolver nuevos interrogantes educativos y adentrarnos en una reconfiguración de nuestra docencia.
Para comprender lo que motiva nuestro interés en explorar nuevas prácticas educativas, debemos, en primera instancia, intentar definir el contexto que nos rodea y el horizonte hacia donde nos dirigimos.

 









[1] Facultad de Turismo y Urbanismo, Universidad Nacional de San Luis

[2] Facultad de Ciencias Económicas Jurídicas y Sociales, Universidad Nacional de San Luis